Ya estoy por aquí chiquitines, la espera por fin llegó a su fin y aquí me tenéis de nuevo. Cada viernes me tendréis por aquí con un poquito más de mí, con un pedacito de mi corazón. Nos leemos.

viernes, 24 de julio de 2015

Sesenta días.

Parece mentira que ya hayan pasado dos meses. Tan solo sesenta días. No me lo creo.
Sesenta días con sus respectivas noches, sin ti. Sin duda es todo un récord pero aún sigues doliendo. 
Me dueles.
Aunque no estés o al menos eso parezca yo te tengo muy presente, de un modo u otro, pero te tengo muy a dentro, en el fondo de mi corazón.
Te llevo tan a dentro que estoy segura de que aún tengo tu olor guardado en cualquier rincón de mi alma, al igual que aún recuerdo todas esas veces que tus dedos acariciaron mi piel estando completamente desnuda; o todos esos dulces besos que me fueron robados o no pero que más da, eran tuyos y tú me los robabas y yo me dejaba y eso era precioso; o todos los abrazos que me dabas cuando podías y no cuando los necesitaba pero cuando podías me dabas un montón por si acaso necesitaba alguno mientras estabas lejos.
Y así podría seguir y seguir aunque no debería pero aún tengo la necesidad de volver a todos los momentos pasados a tu lado, ahora en forma de recuerdos e incluso, de vez en cuando, tengo la necesidad de ponerme aquella corchea, aquel collar que me regalaste la primera vez que nos vimos. Aquel 27 de Diciembre cargado de primeras veces y de todo lo que nos quedaba por pasar juntos.
Pero, por suerte o por desgracia, hace dos meses (sesenta días) que todo pero absolutamente todo se acabó, entre los dos. A partir del 23 de Mayo ya no hubieron más primeras veces, ni caricias sobre mi piel desnuda, ni besos robados, ni abrazos cuando no los necesito. Desde ese día, entre tú y yo, no hay nada y eso, duele.
Como he dicho antes, al principio de este burdo intento de poema, texto, carta o confesión, llámalo como quieras; 
me dueles.

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