Ya estoy por aquí chiquitines, la espera por fin llegó a su fin y aquí me tenéis de nuevo. Cada viernes me tendréis por aquí con un poquito más de mí, con un pedacito de mi corazón. Nos leemos.

lunes, 28 de julio de 2014

Después de cuatro años.

Hoy vengo a hablar de una experiencia, más bien de un encuentro y todo lo que significó para mí. Voy a arriesgarme a que la persona en la que pienso al redactar todo esto lo lea pero quiero compartirlo con todos vosotros, mis queridos lectores, que sois los que me dan las ganas de seguir con este pedacito de sueño que cada día estoy cumpliendo gracias a vosotros. No tengo nada más que decir excepto muchas gracias a todos.

Hace poco me encontré con mi primer amor de nuevo. Ese chico del que me enamoré desde el primer momento en que lo conocí y del que actualmente lo sigo estando (nunca dejé de hacerlo). Ese único chico del que he estado enamorada. Ha sido el primero y el único. Me reencontré con él después de cuatro malditos años sin verlo y de casi uno año sin ningún tipo de contacto. Estos cuatro años han sido caóticos, hemos estado en contacto, sin contacto, algunas veces hablando las 24 horas del día, otras sin embargo solo cinco minutos y a veces ni siquiera eso. Todo ocurrió un sábado por la noche en la que dos de mis amigas y yo nos estábamos preparando para salir de fiesta. Habíamos quedado con unos amigos de una de ellas y al final resultó que estuvimos con otros chicos viajando a un pueblo más o menos cercano. Justamente su pueblo. Y bueno, vi la oportunidad perfecta para reencontrarme con él después de esos cuatro duros años. Le avisé de que iba a ir y...
...quedé con él. Lo vi, al fin, después de cuatros años. Me sentía super emocionada, mi alegría no cabía en mí y de repente los recuerdos empezaron a abordarme y bueno el corazón se empezó a acelerar y cada vez me ponía más histérica y nerviosa. En conclusión, un cúmulo de emociones y sensaciones se apoderaron de mí.
Empecé a ponerme un poco pesada con todo el tema pero era lógico. Quería verlo sea como sea porque después de cuatro años, de tener tan buena relación con él y encima estar enamorada desde el primer momento en que lo vi era necesario verlo de nuevo.
Después de toda la emoción que el hecho de por si se merecía empezaron los malos pensamientos, las paranoias y las rayadas. Los malos recuerdos, los fallos del pasado y como acabó nuestra historia hicieron que una gran incertidumbre e inseguridad se apoderaron de mí durante un pequeño periodo de tiempo. Después de un rato todo se pasó todo lo malo e incluso también lo bueno y todo fue más o menos lo más 'normal' posible.
Fue pasando el tiempo y llego el momento de vernos. Yo, con mi mono negro y mis tacones fui caminado hasta la puerta donde él ya me estaba esperando. Me acompañaron mis amigas junto con un amigo. Él también venía acompañado por un puñado de amigos. La primera 'visita' por llamarlo de alguna manera fue de lo más exprés. Presentaciones, besos y abrazos de bienvenida para mí y poco más. Se fueron rápido porque algunos de los amigos que venían con él querían ir a ver un concierto y entonces se fueron. A los pocos minutos de irse me mandó unos mensajes, que realmente me sorprendieron:
 Cuando leí esos mensajes que me sorprendieron en grande una pícara sonrisa salió a la luz. Mis amigas no podían resistirse a preguntarme el porqué de aquella pícara sonrisa nacida de la nada. No podía esconderlo, aunque les dijese que no era por ningún motivo aparente ellas no me creían y al final les tuve que enseñar esos queridos mensajes que se me quedaron clavados en el alma.
Después de verlo, después de esos malditos cuatro años, después de todas nuestras conversaciones, después de todo, después de estar conociéndonos durante cinco, ya casi seis años, he de decir que apenas ha cambiado. Físicamente si que ha cambiado, recuerdo que de niños (sí, de niños porque cuando lo conocí no había entrado ni siquiera en el instituto) apenas me sacaba un poco de altura y ahora, dios, estaba altísimo. Esa noche llevaba tacones altos y me seguía sacando por lo menos una cabeza o casi dos. Cuando me abrazaba mi cabeza se quedaba más o menos a la altura de su corazón. Eso era especialmente tierno y bonito. Luego, por otra parte, psicológicamente en relación con su personalidad y todo eso pues seguía siendo el mismo chico simpático, gracioso y nervioso en mi presencia del que me enamoré desde el primer momento en que lo vi. Era prácticamente el mismo que hacía cuatro años atrás durante nuestro último encuentro, aunque eso si, ahora se notaba que había madurado desde la última vez, al igual que yo. Aunque he de decir que siempre ha sido uno de los chicos más maduros con los que he tenido trato y eso es muy difícil porque a la edad de once o doce años, que fue cuando lo conocí, no se es muy maduro, pero él sin embargo lo era.
Cuando lo vi, no podía sentirme más nerviosa y a él también se le notaba un tanto nervioso y más cuando me vio y estuve hablando un poco con él. Aunque al principio se le veía de lo más serenado posible y yo estaba como un flan. Que pena que se tuvo que ir prontito por culpa de sus amigos. Así que nos despedimos y bueno yo me fui con mis amigas y mientras lo añoraba hablaba con él por WhatsApp. Habían pasado solo unos diez minutos como mucho y ya decía que lo echaba de menos. Aunque creo que es normal. Cuatro años que no nos vemos y nos vimos en el primer encuentro como unos quince minutos o así y con eso no hay comparación alguna. Los dos seguimos manteniendo nuestra conversación por WhatsApp.
Al rato me dijo que si nos podíamos ver de nuevo porque él y otro amigo no querían quedarse en el concierto. Total, nos volvimos a encontrar. Esta vez estuvimos cerca de dos horas hablando. Yo estaba muy nerviosa, su presencia me imponía. La verdad es que en ese momento notaba como él también estaba algo nervioso. Yo no paraba de tocarme el pelo, signo de mi timidez y él no paraba de mirar al suelo en cuanto nuestros ojos se cruzaban. También movía mucho los pies, o sea había algo en el suelo y no paraba como de darle pequeños golpecitos con el pie, signo de que estaba nervioso. No sabíamos los dos de que hablar y bueno al principio la conversación costaba pero luego la cosa iba sobre ruedas.
Recuerdo que mis amigas nos empezaron a decir que nos besáramos. Eso a él le incomodó. Lo notaba en su mirada. No quería hacer nada de eso pero también sus ojos me confesaron que estaba deseoso de poder dármelo. Aunque no sé porque no se atrevió. Bueno sí, me dio un pequeño beso en presencia de mis amigas y luego cuando se tuvo que marchar de nuevo y esta vez fue la despedida definitiva me dio otro.
La despedida definitiva olía a melancolía. Eso me partía el alma. Saber que nos teníamos que despedir. Allí, en ese justo momento. Después de haber pasado un buen rato tan agradable y sobre todo después de no vernos desde hacía cuatro años. La despedida se hacía muy dura y más sin saber cuando nos volveríamos a ver. Recuerdo cada segundo de esa dolorosa despedida. Recuerdo que nos dimos un abrazo a modo de despedida y luego yo creía que nos íbamos a dar dos besos en la mejilla pero no, él me dio otro pequeño y dulce beso en los labios y allí me dejó. Ahora mismo mientras escribo esto, después de esa noche, después de las conversaciones que sucedieron a esa noche, me arrepiento de no lanzarme yo y darle un beso, un buen beso. Porque creo que lo mejor hubiera sido que me hubiese dado el pequeño y dulce beso y luego que yo lo agarrara de la mano, lo acercara a mí y que le hubiese podido dar ese buen beso que se merecía. En fin, perdí la oportunidad pero espero tenerla de nuevo. Algunos trenes pasan varias veces por la misma parada.

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